jueves, 21 de febrero de 2013

Homenaje al Pueblo Paraguayo. 1ª parte.

  
  Autor de la "Las venas abiertas de América Latina"

 
                           Pabellón Nacional del Paraguay.
Imágenes extraídas de Google.

Capítulo de la obra prima de E. Galeano, Las Venas Abiertas de América Latina: La guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay aniquiló la única experiencia exitosa de desarrollo independiente. (1ª Edición: 1971)

  "El hombre viajaba a mi lado, silencioso. Su perfil , nariz afilada, altos pómulos, se recortaba contra la fuerte luz del mediodía. Íbamos rumbo a Asunción, desde la frontera del sur, en un ómnibus para veinte personas que contenía, no se cómo, cincuenta. Al cabo de unas horas, hicimos un alto. Nos sentamos en un patio abierto, a la sombra de un árbol de hojas carnosas. A nuestros ojos, se abría el brillo enceguecedor  de la vasta, despoblada, intacta tierra roja: de horizonte a horizonte, nada perturba la transparencia del aire en Paraguay. Fumamos. Mi compañero, campesino de habla guaraní, enhebró algunas palabras tristes en castellano: << Los paraguayos somos pobres y pocos.>> me dijo. Me explicó que había bajado a Encarnación a buscar trabajo, pero no había encontrado. Apenas sí había podido reunir unos pesos para el pasaje de vuelta. Años atrás, de muchacho, había tentado fortuna en Buenos Aires y en el sur de Brasil. Ahora venía la cosecha de algodón y muchos braceros paraguayos, marchaban, como todos los años, a tierras argentina. <<Pero yo ya tengo sesenta y tres años. Mi corazón ya no soporta las demasiadas gentes.>>
   Suman medio millón los paraguayos que han abandonado la patria, definitivamente, en los últimos veinte años.  La miseria empuja al éxodo a los habitantes del país que era, hasta hace un siglo, el más avanzado de América del sur.  Paraguay tiene ahora una población que apenas duplica a la que por entonces tenía y es, junto con Bolivia, uno de los paises mas pobres y atrasados. Los paraguayos sufren la herencia de una guerra de extermínio que se incorporó a la historia de América Latina, como su capítulo más infame. Se llamó la Guerra de la Triple Alianza. Argentina, Brasil y Uruguay tuvieron a su cargo el genocidio. No dejaron piedra sobre piedra, ni habitantes varones entre los escombros. Aunque Inglaterra no participó directamente en la horrorosa hazaña, fueron sus mercaderes, sus banqueros y sus industriales, quiénes salieron beneficiados con el crimen de Paraguay. La invasión fue financiada, de principio a fin, por el Banco de londres, la casa Baring Brothers y la banca Roshtchild, en empréstitos con intereses leoninos que hipotecaron la suerte de los países vencedores. (Nota del Blog: La gran paradoja, es que los paises de la Triple Alianza, quedaron endeudados con Inglaterra por defender los intereses empresariales del pais que sería su acreedor- quiere decir que los ingleses les cobraron con altos intereses, por allanarles el camino a su propio comercio explotador y acabar con la competencia.) 
  Hasta su destrucción, Paraguay se erguía como una excepsión en América Latina: la única Nación que el capital extrangero no había deformado. El largo gobierno de mano de fierro del dictador Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) había incubado, en la matriz del aislamiento, un desarrollo económico autónomo y sostenido. El Estado omnipotente, paternalista, ocupaba el lugar de una burguesía nacional que no existía, en la tarea de organizar la nación y orientar sus recursos y su destino. Francia se había apoyado en las masas campesinas para aplastar la oligarquía paraguaya y había conquistado la paz interior, tendiendo un estricto cordón sanitario frente a los restantes países del antiguo virreinato del Río de la Plata. Las expropiaciones, los destierros, las prisiones, las persecusiones y las multas no habían servido de instrumento para la consolidación del dominio interno de los terratenientes y los comerciantes sino que, por el contrario, habían sido usados para su destrucción. No existían, ni nacerían más tarde, las libertads políticas ni el derecho de oposición, pero en aquella etapa histórica solo los nostálgicos de los privilegios perdidos sufrían la falta de democracia. No había grandes fortunas privadas cuando Francia murió, y Paraguay era el único país de América Latina que no tenía mendigos, hambrientos ni ladrones; los viajeros de la época encontraban allí un oasis de tranquilidad en medio de las demás comarcas convulcionadas por las guerras contínuas. El agente norteamericano Hopkins informaba en 1845 a su gobierno que en Paraguay <<No hay niño  que no sepa leer y escribir....>>. Era también el único país que no vivía con la mirada al otro lado del mar. El comercio exterior no constituía el eje de la vida nacional; la doctrina liberal, expresión ideológica de la articulación de los mercados, carecía de respuesta para los desafíos que Paraguay, obligado a crecer hacia dentro por su aislamiento meditarráneo, se setaba planteando desde principios del siglo. El exterminio de la oligarquía hizo posible la concentración de los resortes económicos fundamentales en manos del Estado, para llevar adelante esta política autárquica de desarrollo dentro de fronteras.
   Los posteriores gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano continuaron y vitalizaron la tarea. La economía estaba en pleno crecimiento. Cuando los invasores aparecieron  en el horizonte, en 1865, Paraguay contaba con una liña de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de materiales de consrucción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y tinta, loza y pólvora. Doscientos técnicos extrangeros, muy bien pagados por el Estado, prestaban su colaboración decisiva. Desde 1850, la fundición de Ibycui fabricaba cañones, morteros y balas de todos los calibres; en el arsenal de Asunción se prodicían cañones de bronce, obuses y balas.La siderurgia nacional, como todas las demás actividades esenciales, estaba en manos del Estado. El país contaba con una flota mercante nacional, y habían sido construídos en el astillero de Asunción varios de los buques que ostentaban el pabellón paraguayo a lo largo del Paraná o a través del Atlántico y el Mediterráneo. El Estado virtualmente monopolizaba el comercio exterior: la yerba y el tabaco abastecían el consumo del sur del continente; las maderas valiosas se exportaban a Europa. La balanza comercial arrojaba un fuerte superávit. Paraguay tenía una moneda fuerte y estable, y disponía de suficiente riqueza para realizar enormes inversiones públicas sin recurrir al capital extrangero. El país no debía ni un centavo al exterior, pese a lo cual estaba en condiciones de mantener el mejor ejército de América del Sur, contratar técnicos ingleses que se ponían al servicio del país, en lugar de poner el país a su servicio, y enviar a  Europa a unos cuantos jóvenes universitarios paraguayos para perfeccionar sus estudios. El excedente económico generado por la producción agrícola, no se derrochaba en el lujo estéril de una oligarquía inexistente, ni iba a para a los bolsillos de los intermediarios, ni a las manos brujas de los prestamistas, ni al rubro ganancias que el Imperio Británico nutría con los servicios de fletes y seguros. La esponja imperialista no absorvía la riqueza que el país producía. El noventa y ocho por ciento del territorio paraguayo era de propiedad pública: el Estado cedía a los campesinos las parcelas a cambios de la obligación de sembrarlas y cultivarlas en forma permanente y sin el derecho de venderlas. Había además, sesenta y cuatro estancias de la patria, haciendas que el Estado administraba directamente. Las obras de riego, represas y canales, y los nuevos puentes y caminos contribuían en grado importante a la elevación de la productividad agrícola. Se rescató la tradición indígena de las dos cosechas anuales, que había sido abandonada por los conquistadores. El aliento vivo de las tradiciones jesuítas  facilitaba, sin duda, todo este proceso creador. 45   
45- Los fanáticos monjes de la Compañia de Jesús "guardia negra del Papa", habían asumido la defensa del orden medieval ante las nuevas fuerzas que irrumpían en el escenario histórico europeo. Pero en la América hispana las misiones de los jesuítas se desarrolaron bajo un signo progresista. Venían para purificar, mediante el ejemplo de la abnegación y el ascetismo, a una Iglesia católica entregada al oscio y al goce desefrenado de los bienes que la conquista había puesto a disposición del clero. Fueron las misiones del Paraguay las que alcanzaron el mayor nivel en poco más de un siglo y medio (1603-1768) definieron la capacidad y los fines de sus creadores. Los jesuitas atrajeron, mediante el lenguaje de la música, a los indios guraníes que habían buscado amparon en la selva o que en ella habían pemanecido sin incorporarse al proceso civilatorio de los encomenderos y los terratenientes. Ciento cincuenta mil indios pudieron, así,reencontarse con su organización comunitaria primitiva y resucitar sus propias y técnicas en los oficios y las artes. En las Misiones no existía el latifundio;la tierra se cultivaba en parte para la satisfacción de las necesidades individuales y enparte para desarrollar obras de interés general y adquirir los instrumentos necesarios, que eran de propiedad colectiva. La vida de los indios estaba sabiamente organizada; en los talleres y en las escuelas, se hacían músicos y artesanos, agricultores, tejedores, actores, pintores, constructores.No se conocía el dinero, estaba prohibida la entrada de los comerciantes, que debían negociar en hoteles instalados a cierta distancia. 
   La Corona sucumbió finalmente a las presiones de los encomenderos criollos, y los jesuitas fueron expulsados de América. Los terratenientes y esclavistas se lanzaron a la caza de los indios. Los cadáveres colgaban de los árboles en las Misiones, pueblos enteros fueron vendidos en los mercados de esclavos de Brasil. Muchos indios volvieron a encontrar refugio en la selva. Las bibliotecas de los jesuitas fueron a parar a los hornos, como combustible, o se utilizaron para hacer cartuchos de pólvora.(Jorge Abelardo Ramos, historia de la Nación Latinoamericana, Buenos Aires, 1968) 
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   Continuará en la 2ª parte, que será publicada el miércoles 28/11.
   Este humilde homenaje, hace parte de la vergüenza que nuestros ancestros nos dejaron de herencia. Me expreso en 1ª persona, porque soy uruguayo, y estoy seguro que represento en buena medida a los sensatos argentinos y brasileños que conocen la verdad, sobre la historia de la Guerra de la Triple Alianza.
  Walter E. Carena
  Twitter: @wcarena