jueves, 25 de octubre de 2012

Vergüenza propia... hacinamiento carcelario...


 
  
Imágenes extraídas de Google - Presidiarios de diversos países Sudamericanos.

...en nuestra propia América Sureña!

   ¿Hasta cuando se va a ignorar este  problema?  Que nos avergüenza como Naciones civilizadas. ¿Es tan difícil recorrer los sistemas carcelarios de otros países, para adquirir experiencias positivas y comenzar a ponerlas en práctica?
    Es hora de que algún Gobierno sudamericano, tome la iniciativa de dedicarle verdadero interés a esta problemática que no para de crecer. Para que los demás sientan un poco  más de vergüenza, y tomen el ejemplo. Siempre cuando alguien toma el ejemplo de algo que hicimos bien, no solo nos enorgullecemos, sino que también nos motivamos a seguir ampliando conocimientos, para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del Cono Sur.
    He escuchado voces discrepantes ( ¡por increíble que parezca!) basadas en la tesis, de que los delincuentes que están en las Prisiones no merecen una vida mejor. Una mayoría de los que defienden estas afirmaciones, piensa que los reclusos están como en Hoteles de vacaciones; que no están siendo castigados por los delitos que cometieron; que simplemente se les aparta temporalmente de la sociedad, se les engorda, se les da la posibilidad de trabajar sus físicos atléticamente, al punto de  ganar enormes músculos que los hace más peligrosos; que se les permite intercambiar experiencias delictivas entre ellos, para que cuando salgan, sus fechorías resulten económicamente más redituables.
   Yo no voy a negar ni afirmar esas  consideraciones, puesto que nunca conviví entre reclusos. Lo que sí puedo asegurar, es que quiénes pasaron por esa sórdida experiencia, corroboran en gran parte, dicha tesis.
   De todas formas  - si bien lo considero muy importante - ese no es el punto que me interesa abordar,  si no la organización social dentro de las Cárceles. Revolucionar profundamente los sistemas carcelarios, para que nos siéntamos satisfechos por haber hecho algo para mejorar, no solo la calidad de vida de los infractores, si no también la imagen de sociedad civilizada, que tanta falta nos está haciendo.
   Existen varios tipos de infractores, desde los primarios que fueron tentados por terceros a entrar en el mundo del delito, hasta los esquizofrénicos, que sienten un sádico placer en perjudicar a otros seres humanos. Siendo así, está claro que la clasificación existente hoy de los penados, en categorías teóricamente bien planificadas, en realidad, no lo es tanto.
   Los Corregibles no pueden estar ni cerca de los  Incorregibles. Ni siquiera en la misma Prisión. Los programas para los primeros, deben ser conciensudamente implementados con extrema prioridad, sin interferencia de los profesionales del Derecho; se debe tener especial énfasis en el trato con los individuos de esta categoría: no se les debe humillar, ni herir su ego personal. Ya que la suma de estas agresiones psicológicas, más la auto-consciencia de estar siendo privado de la libertad,  más el sentimiento de discriminación por parte de la sociedad  y el subyacente arrepentimiento por el delito cometido, logra bloquear gran parte de la concentración que necesita, para absorver el contenido de los programas de rehabilitación. 
   Existe un viejo dicho - muy acertado - que dice: El deporte es el mejor antídoto contra la delincuencia. Obviamente que se refiere al verdadero deporte, no al que existe hoy en día en las Prisiones (o por lo menos en la mayoría de ellas); ese que no tiene reglas ni trofeos. Este antídoto, no puede faltar en ninguna de las categorías.
  
   Yo fui policia por escasos seis meses, en mi tierra natal. En la Seccional que estuve destacado, había un Comisario que solía repetir: El delincuente tiene dos opciones: O deja de delinquir, o se banca las consecuencias. No hace falta recalcar, que era un tipo muy duro con los reos. Ya se pasaron treinta y tres años, y me parece que lo veo masticar un escarbadientes que jamás escupía, mientras golpeaba sin compasión a un sujeto amarrado a una silla, completamente desnudo y con una capucha negra cubriéndole la cabeza. Nunca me voy a olvidar cuando entré a la sala de interrogatorios y vi aquella escena; ni cuando totalmente indignado y repugnado, pregunté, desde la puerta: ¿No les parece una tremenda cobardía, golpear a un hombre atado?  
   Es claro que tampoco me voy a olvidar de la mirada de sorpresa e incredulidad con que el Comisario me apuntó. Demás está aclarar, que ese atrevimiento no solo me costó treinta días de calabozo, si no también la baja inmediata al cumplimiento de la sanción.
   Pero no puedo negar la lógica del Comisario, al expresar aquella  máxima.  Tan lógica como el hecho de que quién delinque, ya sabe de antemano a lo que se arriesga, y está convencido de que las consecuencias de sus actos, bien vale la pena soportarlas.
  En conclusión, el delito y los que los cometen, siempre existirán, por lo que no se trata de intentar erradicar ese mal social, si no evitar caer en la armadilla que los reos le ponen a la sociedad en su conjunto: Sentir vergüenza propia, de su propia Nación.
   Walter E. Carena
   Twitter: @wcarena