domingo, 21 de octubre de 2012

   ¿Antiargentinidad, o Antiuruguayismo?




           

Odiosos prefijos.   (Mi opinión, al final del artículo.)

Texto de Gustavo Villa, publicado en la revista "Caras y Caretas" de octubre de 2012.

Hablar bien de Argentina no está de moda en Uruguay y eso se nota en conversaciones cotidianas, en los medios de comunicación y también en el discurso de casi todo el sistema político, a excepción –aunque no siempre– del presidente José Mujica y algunos de los miembros de su entorno más estrecho.
Aparenta ser obligatoria la crítica mediática y política a las decisiones del gobierno que encabeza Cristina Fernández: actos y gestos triviales generan un eco burlón en Uruguay, suelen magnificarse los alcances de algunas decisiones administrativas y resulta cotidiana la banalización de las argumentaciones que intentan sustentar positivamente las actitudes del gobierno argentino.
No está claro el porqué, pero la antiargentinidad está al palo por estas tierras.

MUNICIÓN GRUESA
“Protesta argentina bloqueó el ingreso de carne a China”, “Impacto de trabas argentinas: movimiento portuario cayó 9 por ciento”, “Inquina contra Uruguay”, “Argentina traba vuelos”, “PIB crecería menos por las trabas de Argentina”, “Argentina impone medidas para impedir la llegada de turistas”, y así podríamos seguir unas cuantas líneas más con citas de titulares de los diarios, opiniones de líderes políticos y otros frases dichas en público. Todas ellas contienen exageraciones, interpretaciones erróneas, falsedades o al menos victimizaciones improcedentes.
Quien haya avanzado un poco más allá de los titulares sabrá que se trata, en todos los casos, de conceptualizaciones forzadas que no se corresponden plenamente con la realidad, aunque sirven de maravillas al objetivo de continuar con la construcción de un sentimiento antiargentino.
Y, aunque se puede decir que lo que se alimenta en realidad es una mirada crítica de la administración de la presidenta Cristina Fernández, en realidad lo que se hace es tensar la relación entre ambos países. Claro, Argentina y sus últimos dos gobiernos hicieron algo durísimo como fue tolerar que por más de tres años estuviera interrumpido el libre tránsito por el paso de frontera más importante, el puente General San Martín;; sobre ese tema no caben dos interpretaciones, pero sí sobre todo lo que vino después.

TRABAS A LA SALIDA DE DÓLARES
Indudablemente, la política de impedir por todos los medios la salida de divisas de Argentina ha dificultado de manera importantísima las relaciones comerciales del vecino país con el resto del mundo. En ésa también cae Uruguay, que tiene en Argentina uno de sus principales socios en materia de intercambio de bienes, país que es origen de bastante más de la mitad de los turistas que vacacionan en Uruguay y cuyas divisas motorizan inversiones en rubros tan disímiles como la agricultura, la hotelería, la construcción y demás.
Pero si la mayor parte de los turistas vienen de Argentina, también es cierto que Uruguay no es el principal destino de los argentinos que salen de su país: son mucho más importantes las divisas que gastan en Estados Unidos, ya sea viajando o comprando por internet, y son muchos más también los que veranean en Brasil, país que no se ha quejado, al menos públicamente, por las medidas argentinas.
Por eso, afirmar –como lo hizo el ex presidente nacionalista Luis Alberto Lacalle– que el límite a la salida de dólares “es de inquina contra Uruguay”, o que las medidas son de “agresión” contra nuestro país es, cuanto menos, cortar demasiado grueso.

PROMOCIÓN DE PRECIOS DE MAR DEL PLATA
“Argentina lanza guerra de precios por turismo. El gobierno K pone la mira en Punta del Este” fue el principal título de tapa del diario El País (Uruguay) del martes 18 de setiembre. La noticia se refería a una presentación realizada por autoridades del área de turismo del gobierno argentino en la que se invitaba a los vecinos a veranear dentro de su país, comparando precios de Mar del Plata con los de Camboriú, Florianópolis, Río de Janeiro y Punta del Este.
No hubo en ningún pasaje de dicha presentación, disponible en la web de numerosos medios periodísticos de Argentina, un señalamiento específico del balneario esteño;; se trató de un comparativo que es material habitual –año tras año– de operadores y agentes de viajes para promover la costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires no sólo contra destinos del exterior sino también frente a puntos turísticos de otras partes de Argentina que le quitan mercado, fundamentalmente Villa Carlos Paz, constituida en plaza teatral estival de nivel similar al de La Feliz.
Hubo sí en esa presentación una tácita respuesta a un artículo que había aparecido el domingo anterior en el diario argentino Perfil, en el que se presentaban datos que afirman que “Mar del Plata ya es más cara que París”. Pero en todo caso es un problema interno y no una escaramuza más en esta guerra ficta y mediatizada.

INTERCAMBIO DE DATOS FISCALES
Hace tres meses que duerme en el Senado el Tratado de Intercambio de Información Tributaria entre Uruguay y Argentina. No hay apuro para aprobarlo y la oposición política sostiene en voz alta –y parte del oficialismo lo hace en voz baja– que su promulgación implica ceder ante una presión del gobierno de Cristina Fernández que perseguirá de manera despiadada a los capitales que los “temerosos argentinos” esconden de la voracidad K en la seguridad de nuestra plaza financiera. Pedro Bordaberry dijo: “Uruguay no puede estar a expensas de lo que quiera hacer Argentina”, y sugirió a continuación una postergación en el tratamiento del proyecto al menos hasta el año que viene.
En la bancada frenteamplista del Senado no se ha decidido fijar un plazo para la aprobación del acuerdo, y comparten en parte el análisis de Bordaberry, olvidando aquellos tiempos no muy lejanos en los que reclamaban investigar judicialmente a los argentinos “que venían a lavar dinero a nuestro país”, censurando a los profesionales –Ignacio de Posadas el primero– que facilitaban la operación de quienes, según esas mismas opiniones, sólo buscaban “evadir impuestos”.
¿En qué momento se transformaron de evasores y traficantes de divisas en ciudadanos perseguidos por un gobierno voraz?
EL DRAGADO Y LA COIMA
El capítulo más complejo de esta trama: la falta de acuerdo para comenzar el dragado de profundización del canal Martín García y la denuncia de un intento de coima con la presunta participación de un diplomático argentino, un empresario y el ex embajador uruguayo en Buenos Aires Francisco Bustillo.
La historia es archiconocida y el afán antiargentino permitió que, por ejemplo, nadie se preguntara en Uruguay si las acusaciones que se lanzaron contra Bustillo –utilización de privilegios diplomáticos para su enriquecimiento personal– eran creíbles. Baste aclarar que en la cancillería uruguaya se reconoce que las sospechas argentinas tienen fundamento. Tampoco se preguntó nadie –en tierras orientales– sobre la complacencia silenciosa con la que Uruguay avaló una y otra vez la extensión automática del contrato de Riovia por el dragado de mantenimiento y el aumento desproporcionado en el precio de estos servicios, aunque después censuró la misma conducta en su contraparte. Nadie ensayó una explicación para la extraña manera de proceder del embajador Julio Baráibar, quien hizo público de manera explícita el intento de coima, cuando nadie se lo había preguntado.
Bastó insistir con el argumento de los “hábitos corruptos” de los funcionarios de la Casa Rosada y con el cómodo papel de víctimas de un gobierno abusador, al frente de un país abusador. ¿El resultado de todo ese culebrón? El dragado estancado y sin fecha de concreción a la vista;; el polémico Bustillo sacado del medio mediante una oportuna asignación a la Embajada en España y una hostilidad tensa y consolidada.

TRABAS, TRANCAS, CHICANAS Y PRESIONES

Si la pelea es Cristina contra el campo, estamos con el campo; si Argentina cuestiona al Fondo Monetario Internacional, los uruguayos nos volvemos defensores del organismo; si Argentina adopta una política de sustitución de importaciones, la acusamos de empujarnos al desempleo y la recesión; si la presidenta argentina reclama más Mercosur, corremos a pedir ingreso en el bloque del Pacífico; si Buenos Aires asigna frecuencias del puente aéreo, acá decimos que “traba vuelos”. Y si la pelea es “Kristina versus Clarín”, no nos interesamos ni en conocer el contenido de su ley de medios ni la historia del gigantesco crecimiento del Grupo Clarín durante la última dictadura militar: simplemente nos pronunciamos de manera tribunera a favor de uno de los más grandes oligopolios mediáticos de Sudamérica y permitimos la transformación de la mayoría de los medios uruguayos en pequeños émulos de los diversos tentáculos de Clarín.

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   Por supuesto que me parecen odiosos los prefijos anti, para esta ocasión. El periodista que los usa en el artículo de más arriba, debería aclarar que esa antiargentinidad, no es uruguaya, si no rosada (Mimetización política de los otrora rivales - a muerte - partidos tradicionales Blanco <ruralistas>  y Colorado  <universitarios> de Uruguay ).
   Los primeros, por su arrogancia histórica de creerse gauchos más gauchos; agropecuarios más agropecuarios, al punto de jactarse de producir carne vacuna de mejor calidad que los argentinos y de ser criollos con más politización que los  del otro lado del río Uruguay.
   Los segundos, por su arrogancia (valga la redundancia) de acreditarse mejores legistas ( todos abogados) que los del otro lado del Río de la Plata.
   Eso de ser mejores que los argentinos, no es una antiargentinidad, es un claro "berretín de petiso" histórico, del que sufren  crónicamente los partidos tradicionales. Hago énfasis en lo de tradicionales, porque los demás partidos - de izquierda - agrupados en el Frente Amplio, no sufren ese síndrome de soberbia (salvo raras excepsiones). ¿Por qué? Porque cuando las botas militares comenzaron a patear derechos civiles, o cuando las ineptitudes de algunos gobernantes provocó crisis de empleos en Uruguay, fue mayoritariamente hacia Argentina que emigraron familias enteras, en busca de mejores oportunidades de vida. Y se los recibió de brazos abiertos y amplias sonrisas; se les abrieron puertas de casas, comercios y Empresas, acogiéndolos desinteresadamente. 
   En cambio, los pocos "tradicionalistas" que fueron perseguidos por la Justicia cívico-militar (no tanto por la represión), emigraron a Europa y EEUU, en su amplia mayoría.
   Yo me atrevo a afirmar, que entre el pueblo uruguayo circulan vientos de Argentinidad, desde que ambas Naciones existen. No conozco (no digo que no los haya) un uruguayo que no tenga por lo menos un pariente - cercano o lejano - nacido en el vecino país rioplatense. No sucede lo mismo en este último, aunque sea por su dimensión geográfica y demográfica.
  Tenemos (los uruguayos) la mala suerte de poseer políticos de muy baja calidad profesional - pueden ser diplomados en varias Facultades, discursar admirablemente, hacer ademanes coloquiales y jactarse de su intelectualidad - pero a la hora de pulsear votos para recuperar el status de gobernantes, no se importan en crear fricciones entre un Gobierno (socialista - uruguayo), y otro ( peronista izquierdizado - argentino), muy afines ideológicamente, que han mantenido muy buenas relaciones en todos los niveles diplomáticos y culturales, a pesar de los traspiés de algunos Presidentes (  Luis A. Lacalle; Jorge Batlle  y Tabaré Vazquez, por citar a los más recientes).
   La buena suerte, es que gracias a la madurez política de nuestra juventud y a la fidelidad ideológica de nuestros mayores, tenemos un Presidente muy inteligente, humilde y de origen socialista moderno, con el fuerte respaldo de una organización que ya demostró a través de la historia reciente, ser muy coherente, con un amplio sentido de justicia y de un caracter político firme, entre recio y bonachón: el MLN- Tupamaros.
   La antiargentinidad, sólo existe para quiénes comulgan con un viejo dicho sudamericano: "A río revuelto, ganancia de pescadores". 




  Walter E. Carena
  Twitter: @wcarena


Argentinos y uruguayos, comenten sin pelos en la lengua.